miércoles, 9 de agosto de 2017

Agujeros negros gravitatorios

Mucho se ha escrito sobre los agujeros negros gravitatorios, tanto publicaciones científicas como libros y artículos de divulgación, también han sido un recurso en ciencia ficción. La física, a partir de finales del siglo XIX, ha ido explorando parcelas de la realidad cada vez más alejadas de nuestra propia realidad cercana, descubriendo leyes de la Naturaleza realmente extrañas para nuestro entendimiento, y los agujeros negros sin duda son una de tales extrañas realidades. En este blog siempre se está intentando exponer temas científicos desde un prisma no académico, sino divulgativo e incluso con un punto filosófico, en el sentido de querer ir un poco más allá en nuestro entendimiento profundo de los fenómenos, es por esto que me he decidido a escribir una entrada sobre agujeros negros, una decisión que no ha sido fácil, pues es un tema todavía con muchas incógnitas abiertas, todavía no entendido ni por las mentes más brillantes de la actualidad, entre las cuales evidentemente no me incluyo, pero vamos a intentarlo. Así pues, mi aportación será simplemente intentar ser didáctico, exponer con claridad conceptos complicados, y añadir un toque filosófico, al estilo de este blog. Vamos allá.

Campo gravitatorio

Empezamos por la base: la gravedad. En mi post Espacio-tiempo curvo para todos los públicos explicaba, con ejemplos simples, porque se dice que la gravedad es una deformación geométrica del espacio tiempo; recupero aquí alguna de las conclusiones de ese artículo:
Por tanto, la gravedad no es la causa del peso, la gravedad es la causa de la caída de los cuerpos, más exactamente, es la causa de una aceleración. El peso es la fuerza que ejercemos para evitar la aceleración de la gravedad.
Distinguimos pues el peso, que es una fuerza, de la gravedad, que no es una fuerza sino una aceleración. Esta es una consecuencia de la Teoría de la Relatividad General, que dicho sea de paso, hace décadas que dejó de ser sólo una teoría, pues está más que confirmada, y debería llamarse, con más propiedad, ley de la Relatividad General.
De alguna forma, la gravedad produce una curvatura en la relación espacio-tiempo, y automáticamente resulta una aceleración, sin necesidad de ejercer fuerza alguna. Esta aceleración afecta a absolutamente todo lo que esté al alcance de la gravedad. Como la gravedad es producida por los objetos con masa material, podemos decir que la presencia de masa produce una curvatura en la relación espacio-tiempo alrededor de la masa, resultando una aceleración intrínseca, del propio espacio-tiempo, afectando a todo, incluso a "objetos" inmateriales que no tienen masa, como la luz.
En efecto, la aceleración es una proporción entre el cambio de velocidad y el intervalo de tiempo, y a su vez la velocidad es otra proporción entre el espacio recorrido y el intervalo de tiempo empleado. En nuestro mundo cotidiano, para modificar la velocidad hay que aplicar una fuerza, pero la Naturaleza tiene otra forma de hacerlo, y es "curvando" la relación entre espacio y tiempo. Es esta curvatura intrínseca del propio espacio la que produce una aceleración sin necesidad de fuerza alguna; a su vez, la curvatura del espacio es producida por la presencia de un cuerpo material masivo, como por ejemplo la Tierra, que al deformar el espacio a su alrededor curvándolo, creando lo que llamamos un campo gravitatorio a su alrededor, provoca que todo objeto en sus proximidades se acelere hacia el centro del campo, hacia el centro de la Tierra.

La aceleración producida, y por tanto  la curvatura inducida en el espacio circundante, depende de la masa del objeto y de la distancia a la que nos encontremos, como ya dedujo Newton en su ley de la gravedad

Peso de un cuerpo = masa del cuerpo X atracción gravitatoria / distancia² [1]

donde la atracción gravitatoria depende de la masa del objeto masivo. La aceleración producida en el cuerpo viene dada por la 2a ley de Newton de la dinámica:

aceleración = masa del cuerpo / peso del cuerpo [2]
Sustituyendo la expresión [1] del peso en la [2]:
 aceleración gravitatoria = atracción gravitatoria / distancia² [3]
por tanto la aceleración es independiente de la masa del cuerpo que cae; es por ello que hablamos de un campo gravitatorio: cualquier objeto situado en las inmediaciones de un cuerpo masivo experimentará la misma aceleración.

Observemos que en la ley de Newton la distancia aparece elevada al cuadrado y en el denominador; esto significa que a menor distancia mayor aceleración. En la superficie de la Tierra esta aceleración vale 9.8 m/s², pero a 100Km de altura habrá disminuido alrededor de un 3% y a 1000Km un 25%.

Imaginemos ahora que la Tierra es más densa, pero con la misma masa, por lo que forzosamente deberá ser más pequeña, digamos que con un radio 10 veces menor; el radio real es de unos 6300Km, supongamos que la comprimimos y queda un radio de 630Km. Si nos situamos a la misma distancia del centro a la  que estamos ahora, 6300Km, la aceleración gravitatoria será la misma que ahora, pero estaremos 6300 - 630 = 5670Km de altura sobre la superficie, por lo que empezaremos a caer, en caída libre, sin sentir fuerza alguna. A medida que caemos nos acercamos al centro de la Tierra, y la expresión [3] nos dice que nuestra aceleración aumentará ... cuando lleguemos a la superficie de la Tierra "comprimida", nuestra aceleración será 100 veces superior a la actual, de unos 98m/s². Es importante recordar que, incluso con esa aceleración enorme, no notaríamos ninguna fuerza, ningún peso, pues nuestro peso es la fuerza de reacción que hacemos sobre la superficie de la Tierra para no seguir cayendo, mientras caemos, no hay fuerzas. 

Estrellas de neutrones

Obviamente no se puede comprimir la Tierra ... ¿o sí?. Bien, la Tierra es rocosa, y la roca no es compresible, pero las estrellas son mayormente masas de gas en combustión (pero termonuclear, no es combustión química), y el gas sí es compresible. Así, cuando una estrella con mucha masa (unas 3 veces más que nuestro Sol) agota su combustible por la edad, al tener tanta masa (del orden de millones de veces la de la Tierra) crea un campo gravitatorio muy intenso a su alrededor, más precisamente, alrededor de su centro, capaz de atraer, de acelerar, su propio gas residual: la estrella se auto comprime. Y ya hemos visto lo que pasa cuando imaginamos la Tierra comprimida: que la gravedad se hace más fuerte como más densa es la materia. 
Así, la compresión aumenta la gravedad, la cual comprime más todavía la materia, aumentando la gravedad ... en un ciclo de retroalimentación que sólo se detiene cuando la materia es tan, tan densa que ni la enorme gravedad resultante puede comprimirla más. El resultado se conoce como "estrella de neutrones": la compresión es tan brutal que las moléculas se rompen en sus átomos constituyentes, los átomos a su vez se colapsan, cayendo los electrones orbitales en el núcleo, donde a través de una reacción nuclear los protones absorben a los electrones caídos formando neutrones, de suerte que toda la estrella se convierte en un núcleo que sólo contiene neutrones, pero con toda la masa original de la estrella; la densidad y la gravedad son fabulosas: una cucharadita de café llena del material de la estrella pesaría varias toneladas, el radio de la estrella ha pasado de ser de algunos millones de kilómetros hasta sólo unos 10Km, y la gravedad en la superficie ha aumentado ... ¡en un billón de veces! Si un planeta como la Tierra tuviera la desgracia de acercarse demasiado a una estrella de neutrones, sería también comprimida, casi desintegrada, reduciendo sus 6300Km de radio a una meteorito de neutrones de 60 metros de radio, que se precipitaría sobre la superfície de la estrella a una velocidad cercana a la luz. Así que hemos respondido a la pregunta ¿Puede la Tierra comprimirse, a pesar de ser rocosa? Pues sí.

Así pues, cualquier objeto material que caiga a una estrella de neutrones será desmenuzado e incorporado a la estrella, la cual aumentará su masa, y su campo gravitatorio.

Pasando al límite: singularidades del campo gravitatorio

Los neutrones son partículas fabulosamente densas: alrededor de un billón (un uno seguido de 12 ceros) de kilogramos por centímetro cúbico; parece imposible comprimirlo todavía más. Pero hemos dicho que con una masa de unas 3 veces la del Sol, la gravedad es tan tremenda que es capaz de comprimir cualquier cosa hasta esa densidad. ¿Qué pasa entonces con las estrellas gigantes? Se sabe que en el Universo existen estrellas supermasivas, con radios cientos, incluso miles de veces más grandes que el Sol. Recordando que el volumen de una esfera es proporcional al cubo de su radio, y que la masa es proporcional al volumen, tales estrellas gigantes tendrán masas y campos gravitatorios millones de veces superiores al Sol. ¿Pueden los neutrones soportar una presión gravitatoria un millón de veces superior al de una estrella de neutrones? Parece ser que no, tanto la teoría como la observación astronómica nos dicen que incluso los neutrones colapsaran.

¿Qué sucede entonces? Hemos visto antes que en una estrella masiva el proceso de contracción se retro-alimenta: como más se comprime, menor es el radio, y mayor se hace la aceleración, con lo cual se comprime más ... en el caso de las estrellas gigantes nada es capaz de detener este proceso, que llevado al límite, produce el extraño, casi esotérico efecto de hacer desparecer toda la materia en un punto sin dimensiones, pero en ese punto "inmaterial" todavía existe toda la masa de la estrella, o quizá debemos decir la energía, pues la masa está ligada a la materia, y la materia ha sido desintegrada. Desde el punto de vista del campo gravitatorio, el punto ocupa lo que era el centro de la estrella; desde una gran distancia, el campo gravitatorio será el mismo que el de la antigua estrella, pero como hemos visto, ahora podemos acercarnos al centro del campo mucho más que cuando era un estrella, de hecho, siendo un punto sin dimensiones, podemos acercarnos hasta el mismo centro. Y como más nos acerquemos, mayor será la aceleración, como hemos visto. 
¿Cuál será la aceleración en este campo gravitatorio? Hemos visto que, según la expresión [3], depende de la distancia al centro, pero como ahora podemos acercarnos a distancia cero de ese centro, resulta que

aceleración gravitatoria = atracción gravitatoria / 0² = ? [4]

Matemáticamente, cuando en un campo se presentan divisiones por cero, decimos que hay una singularidad en ese campo. Siendo la atracción gravitatoria enorme, pero no infinita, en el centro del campo la aceleración debería ser ... ¡infinita! ¿Y que pasa con la curvatura del espacio-tiempo? Hemos dicho que aumenta con la gravedad, de la misma forma que lo hace la aceleración. Así pues en el centro de la singularidad tendremos curvatura espacio-temporal infinita. 


¿Son aceptables estas afirmaciones? Estamos ya en una zona de la realidad física que es muy extraña, donde ya no sirve nuestra visión ordinaria de las cosas, y ciertamente nadie tiene clara todavía la situación. Matemáticamente los infinitos están ampliamente aceptados, pero en la Física no está tan claro. Parece que falta algo, no parece que se pueda seguir usando la fórmula [3] si produce singularidades e infinitos. Cuando pensamos en campos y distancias muy cortas, del tamaño de un átomo o menor, entramos en el terreno de la Física Cuántica. Es por ello que los investigadores actuales están encallados en las singularidades, pues en ellas tenemos gravedad y Física Cuántica, lo que sería una gravedad cuántica, que todavía no tenemos desarrollada.

Agujeros negros

¿Es lo mismo una singularidad del espacio-tiempo que un agujero negro? Pues si: la denominación "agujero negro" proviene del hecho de que cerca de una singularidad gravitatoria la curvatura del espacio-tiempo es tan grande que ni la luz, que no tiene masa, puede atravesarla sin caer en la singularidad, así que el aspecto que presenta desde el exterior es el de una área del espacio de una negrura absoluta. Este nombre, agujero negro, es que ha ganado popularidad, es más llamativo.

Los agujeros negros presentan realmente desafíos a nuestros conocimientos y entendimiento, aparentemente se comportan de modo muy extraño.

El tiempo transcurre más lento en los campos gravitatorios intensos; en una singularidad, el tiempo se detendría. 

La realidad velada



Este bien podría ser el título de un libro de Física Cuántica, pues está aludiendo a nuestra percepción errónea de la “realidad”, y no sólo las tradiciones espirituales nos lo vienen diciendo desde hace miles de años, sino también la Física moderna. Hay una realidad, y hay un velo sobre ella, o entre ella y nosotros, que nos impide verla con claridad, tal como es. El velo es personal, hay quien lleva encima un velo muy tupido, hay quien lo lleva más fino y sutil.

La realidad física percibida
Esta es la que vemos a través de nuestros sentidos, que nos proporcionan una información que es procesada y asimilada por nuestra mente. Hay pues dos filtros por donde hacemos pasar la realidad para percibirla: los sentidos y la mente.

La información sensorial, siendo muy precisa, es no obstante limitada, abarca sólo una pequeña fracción de la información que hay ahí afuera. Si atendemos al sonido, que es una vibración del aire que nos rodea, podemos percibir vibraciones sonoras en un rango entre 20 y 20.000 vibraciones por segundo, de una intensidad suficiente para hacer vibrar nuestro tímpano, al menos mientras somos jóvenes, con la edad el rango disminuye; las frecuencias más altas se conocen como ultrasonidos, y las más bajas como infrasonidos, no los percibimos, aunque otros seres vivos sí; además la sensibilidad del oído es diferente según la frecuencia: para frecuencias muy bajas o muy altas el oído es más insensible, necesita más intensidad de sonido para percibirlo. La luz también es una vibración pero electromagnética, y también tenemos un rango de frecuencias visibles, frecuencias bajas o altas, como la luz infraroja o la ultravioleta, son invisibles para nosotros, aunque podemos notar sus efectos en la piel; las frecuencias de luz muy altas, muy energéticas, se consideran radiación, atraviesan objetos materiales y a nuestro cuerpo como si fueran transparentes, y pueden causarnos daños graves o incluso matarnos, un hecho conocido pero que hace sólo 150 años no lo era, estamos hablando de una luz invisible que puede matarnos, evidentemente una afirmación así hubiera sido objeto de burla en tiempos no tan remotos.

La percepción mental de la información sensorial depende de varios factores que la condicionan; el más importante es la atención. Todos habremos experimentado el estar tan absortos en alguna cosa que no nos damos cuenta de lo que pasa en nuestro entorno inmediato. Con el ritmo de vida actual, prestar atención a los sentidos ha dejado de ser algo natural, para pasar a ser un ejercicio de meditación. Es importante también la práctica: un músico distinguirá mucha más información audible, y un fotógrafo o un pintor tendrá una visión más rica que nosotros de un paisaje, no por que tengan sentidos más desarrollados, si no porque su cerebro está entrenado para ello. También cuenta el estado de ánimo, de salud y el estar descansado o cansado; una persona triste no percibe su entorno de la misma forma que una persona alegre, cuando hemos dormido mal nuestra percepción se debilita, etc.

Lo invisible existe, es totalmente real
La ciencia nos ha mostrado pues numerosas cosas que no percibimos, aunque sí lo hacen nuestros instrumentos de medición; también se consideran reales, científicamente hablando, objetos no directamente detectables pero cuya influencia sí es observable, como por ejemplo la materia oscura, ese misterioso ente cósmico que la Física ha postulado para explicar el Universo tal como se observa. En este siglo XXI ya no tiene sentido pensar que sólo existe lo que podemos percibir, incluso sin ser científico, es una posición que sólo puede etiquetarse como de inculta, y que obliga a la persona a estar informada de los avances científicos para no quedarse en la ignorancia.

Más allá del conocimiento científico (actual)
Aquí quizá se disparen las alarmas de algún lector: “un momento, ¡sólo existe el conocimiento científico! Otros ‘conocimientos’ son de hecho actos de fe, creencias, etc”. Si nos informamos sobre la filosofía de la ciencia, veremos que el conocimiento científico es aquel generado a través del método científico, el cual tiene unas reglas exigentes, rigurosas, que tratan principalmente sobre la objetividad del conocimiento, sobre la posibilidad de comprobación de las afirmaciones. Cuando conocemos algo, pero es de forma personal, por tanto subjetiva, no repetible como experimento por otras personas en unas ciertas condiciones de realización objetivas, ya no es conocimiento científico, pero sigue siendo conocimiento.

Conforme la ciencia avanza, mucho de ese conocimiento subjetivo pasa a entrar en el campo de la ciencia; por ejemplo, yo sé cuando estoy triste y cuando estoy contento, pero ese conocer subjetivo estaba fuera de toda comprobación científica hasta hace sólo unas décadas, ahora esos estados emocionales son observables mediante escáner cerebral. Quizá en un futuro lejano la ciencia habrá avanzado tanto que todo conocimiento quedará comprendido dentro de su ámbito, pero actualmente no estamos ahí ni mucho menos. En cuanto a la seguridad del método científico como fuente de conocimiento, la historia de la ciencia está llena de ejemplos de errores, no es infalible, al menos a corto plazo, a largo plazo las falsedades sí acaban cayendo solas.

Es curioso ver como siguen saliendo graduados de las facultades de ciencias convencidos de que no hay más conocimiento que el científico, sin tener en cuenta que la ciencia todavía no lo abarca todo ni mucho menos; imaginemos a un científico de principios del siglo XIX pensando de igual manera, como era de hecho el caso, riéndose de afirmaciones que son rigurosamente ciertas como por ejemplo “existe una fuerza invisible, poderosa, pero controlable por el hombre capaz de mover masas enormes, de miles de toneladas, a velocidades de 200Km/h e incluso más (un tren moderno)”, o “hay enfermedades que ya están potencialmente en la persona desde incluso antes de que nazcan, y seremos capaces de detectarlo para prevenirlo (enfermedades hereditarias y genética)”. Pues del mismo modo afirmaciones como “todos hemos notado alguna vez que nos están mirando por la espalda, aunque no sabemos como lo hacemos”, o “existe en el ser humano un nivel potencial de existencia que trasciende a la mente”, no son demostrables científicamente, pero son conocimiento subjetivo, compartido por numerosas personas, y es posible que pasen a estar en el ámbito científico a su debido tiempo.

Es ilustrativo en este sentido recordar al físico alemán H. Hertz, el descubridor de la propagación de las ondas de radiofrecuencia; dedicó mucho de su tiempo como investigador a producir señales en un extremo de su laboratorio y recibirlas en el otro extremo, era una emisión y recepción de una señal invisible, que se propagaba por el aire. Sus colegas científicos lo tomaron a broma, y fue objeto de burlas crueles, se le veía como un científico loco haciendo de mago, el pobre Hertz no pudo soportar el descrédito y acabó suicidándose. Las ondas invisibles con las que trabajaba son parientes cercanas de las que hoy en día inundan el espacio y nos llegan a nuestros móviles, televisores, GPS y radios.

¿Que es la realidad?
Quizá la definición más precisa, y breve, es: realidad es todo lo que es, en contraposición a irrealidad, que es lo que no es; realidad es el Ser. No es lo mismo Ser que existir: hay realidad manifestada (existente) y no manifestada (no existente): la primera existe en el sentido de ser perceptible, al menos en principio, la segunda no es perceptible, es potencialidad de existencia. Ejemplo: la luz es realidad manifestada, perceptible en principio, aunque quizá no a simple vista; la realidad no manifestada es potencialidad, es capacidad de manifestación en un futuro, como una semilla es potencialmente un árbol pero no existe ningún árbol,al menos en ese momento, sólo hay una semilla, o bien un fotón (partícula cuántica de luz libre) capturado, absorbido por un material, queda como energía disponible, y eventualmente puede volver a surgir del material como otro fotón libre. Así pues, hay una realidad no manifestada y una manifestada, y en ésta última hay la realidad perceptible y la no perceptible; observemos que la realidad no manifestada, no perceptible, es no obstante cognoscible: no percibo el árbol en la semilla, pero sé que existe esa posibilidad, si las circunstancias son propicias a que se manifieste el árbol. La ciencia trabaja con la realidad cognoscible, tanto manifestada como no manifestada, que sea accesible mediante el método científico con los conocimientos y tecnologías actuales.

Conocimiento de la realidad
Entonces, ¿hay realidad no cognoscible? ¿O toda la realidad es susceptible de ser conocida? Para responder seguramente habrá que prestar atención a la capacidad de conocer en sí, hasta dónde es capaz de llegar el conocer. Aquí ya nos estamos moviendo en un terreno muy filosófico, muy metafísico, pero todavía podemos ser rigurosos en nuestro análisis de la situación. 

El conocimiento es producto de la mente y de nada más, y lo que produce conocimiento es la información procesada por una inteligencia. No hay conocimiento sin mente, sin inteligencia actuando. La mente es conocimiento, y el conocimiento es mental. En la semilla de nuestro ejemplo de realidad no manifestada, el potencial árbol, esa potencialidad está inscrita en los genes que contiene la semilla, ahí está el programa que desenvuelve el árbol, y ese programa es inteligencia, no es nada fácil programar el desarrollo de un árbol usando como materia prima el suelo, la luz solar y el aire, al contrario, es una obra genial de ingeniería natural, hay un gran conocimiento ahí, en esa semilla. Con este ejemplo y otros parecidos podemos entrever que todo lo que está manifestado o es potencialmente manifestable, o sea todo lo que es, es producto o está directamente relacionado con un conocimiento. Si hay una potencialidad de manifestación, es que hay una información, un conocimiento disponible, preparado para actuar y manifestar la cosa. 

Visto así, parece que podemos concluir que todo lo que es, contiene conocimiento, quizá incluso podemos decir que es conocimiento, y por tanto, si es conocimiento ha de ser, en principio, cognoscible. La conclusión, y esta es una buena noticia, es que la realidad es totalmente cognoscible. Quizá es por esto que parece no haber límites al conocimiento científico, que avanza imparable conforme va aumentando sus recursos disponibles, conocimientos anteriores, científicos en activo y tecnología. No sabemos si hay un límite para el método científico, tampoco si hay un límite para el conocimiento asimilable por nuestro cerebro, pero al menos parece, en principio, que no hay ningún límite para el conocimiento en sí.

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