Este
bien podría ser el título de un libro de Física Cuántica, pues
está aludiendo a nuestra percepción errónea de la “realidad”,
y no sólo las tradiciones espirituales nos lo vienen diciendo desde
hace miles de años, sino también la Física moderna. Hay una
realidad, y hay un velo sobre ella, o entre ella y nosotros, que nos
impide verla con claridad, tal como es. El velo es personal, hay
quien lleva encima un velo muy tupido, hay quien lo lleva más fino y
sutil.
La
realidad física percibida
Esta es
la que vemos a través de nuestros sentidos, que nos proporcionan una
información que es procesada y asimilada por nuestra mente. Hay pues
dos filtros por donde hacemos pasar la realidad para percibirla: los
sentidos y la mente.
La
información sensorial, siendo muy precisa, es no obstante
limitada, abarca sólo una pequeña fracción de la información que
hay ahí afuera. Si atendemos al sonido, que es una vibración del
aire que nos rodea, podemos percibir vibraciones sonoras en un rango
entre 20 y 20.000 vibraciones por segundo, de una intensidad
suficiente para hacer vibrar nuestro tímpano, al menos mientras
somos jóvenes, con la edad el rango disminuye; las frecuencias más
altas se conocen como ultrasonidos, y las más bajas como
infrasonidos, no los percibimos, aunque otros seres vivos sí; además
la sensibilidad del oído es diferente según la frecuencia: para
frecuencias muy bajas o muy altas el oído es más insensible,
necesita más intensidad de sonido para percibirlo. La luz también
es una vibración pero electromagnética, y también tenemos un rango
de frecuencias visibles, frecuencias bajas o altas, como la luz
infraroja o la ultravioleta, son invisibles para nosotros, aunque
podemos notar sus efectos en la piel; las frecuencias de luz muy
altas, muy energéticas, se consideran radiación, atraviesan objetos
materiales y a nuestro cuerpo como si fueran transparentes, y pueden
causarnos daños graves o incluso matarnos, un hecho conocido pero
que hace sólo 150 años no lo era, estamos hablando de una luz
invisible que puede matarnos, evidentemente una afirmación así
hubiera sido objeto de burla en tiempos no tan remotos.
La
percepción mental de la información sensorial depende de
varios factores que la condicionan; el más importante es la
atención. Todos habremos experimentado el estar tan absortos en
alguna cosa que no nos damos cuenta de lo que pasa en nuestro entorno
inmediato. Con el ritmo de vida actual, prestar atención a los
sentidos ha dejado de ser algo natural, para pasar a ser un ejercicio
de meditación. Es importante también la práctica: un músico
distinguirá mucha más información audible, y un fotógrafo o un
pintor tendrá una visión más rica que nosotros de un paisaje, no
por que tengan sentidos más desarrollados, si no porque su cerebro
está entrenado para ello. También cuenta el estado de ánimo, de
salud y el estar descansado o cansado; una persona triste no percibe
su entorno de la misma forma que una persona alegre, cuando hemos
dormido mal nuestra percepción se debilita, etc.
Lo
invisible existe, es totalmente real
La
ciencia nos ha mostrado pues numerosas cosas que no percibimos,
aunque sí lo hacen nuestros instrumentos de medición; también se
consideran reales, científicamente hablando, objetos no directamente
detectables pero cuya influencia sí es observable, como por ejemplo
la materia oscura, ese misterioso ente cósmico que la Física ha
postulado para explicar el Universo tal como se observa. En este
siglo XXI ya no tiene sentido pensar que sólo existe lo que podemos
percibir, incluso sin ser científico, es una posición que sólo
puede etiquetarse como de inculta, y que obliga a la persona a estar
informada de los avances científicos para no quedarse en la
ignorancia.
Más
allá del conocimiento científico (actual)
Aquí
quizá se disparen las alarmas de algún lector: “un momento,
¡sólo existe el conocimiento científico! Otros ‘conocimientos’
son de hecho actos de fe, creencias, etc”. Si nos informamos
sobre la filosofía de la ciencia, veremos que el
conocimiento científico es aquel generado a través del método
científico, el cual tiene unas reglas exigentes, rigurosas, que
tratan principalmente sobre
la objetividad del conocimiento, sobre la posibilidad de comprobación
de las afirmaciones. Cuando
conocemos algo, pero es de forma personal, por tanto subjetiva, no
repetible como experimento por otras personas en unas ciertas
condiciones de realización objetivas, ya no es conocimiento
científico, pero sigue
siendo conocimiento.
Conforme
la ciencia avanza, mucho de ese conocimiento subjetivo pasa a entrar
en el campo de la ciencia; por ejemplo, yo sé cuando estoy triste y
cuando estoy contento, pero ese conocer subjetivo estaba fuera de
toda comprobación científica hasta hace sólo unas décadas, ahora
esos estados emocionales son observables mediante escáner cerebral.
Quizá en un futuro lejano la ciencia habrá avanzado tanto que todo
conocimiento quedará comprendido dentro de su ámbito, pero
actualmente no estamos ahí ni mucho menos. En cuanto a la seguridad
del método científico como fuente de conocimiento, la historia de
la ciencia está llena de ejemplos de errores, no es infalible, al
menos a corto plazo, a largo plazo las falsedades sí acaban cayendo
solas.
Es
curioso ver como siguen saliendo graduados de las facultades de
ciencias convencidos de que no hay más conocimiento que el
científico, sin
tener en cuenta que la ciencia todavía no lo abarca todo ni mucho
menos; imaginemos a un científico de principios del siglo XIX
pensando de igual manera, como
era de hecho el caso, riéndose
de afirmaciones que son rigurosamente ciertas como por ejemplo
“existe una fuerza invisible, poderosa, pero controlable
por el hombre capaz de mover masas enormes, de miles de toneladas, a
velocidades de 200Km/h e incluso más (un tren moderno)”,
o “hay enfermedades que ya están potencialmente en la persona
desde incluso antes de que nazcan, y seremos capaces de detectarlo
para prevenirlo (enfermedades hereditarias y genética)”. Pues del
mismo modo afirmaciones como “todos hemos notado alguna
vez que nos están mirando por la espalda, aunque no sabemos como lo
hacemos”, o “existe
en el ser humano un nivel potencial de existencia que trasciende a la
mente”, no son demostrables
científicamente, pero son conocimiento subjetivo, compartido por
numerosas personas, y es posible que pasen a estar en el ámbito
científico a su debido tiempo.
Es
ilustrativo en este sentido recordar al físico alemán H. Hertz, el
descubridor de la propagación de las ondas de radiofrecuencia;
dedicó mucho de su tiempo como investigador a producir señales en
un extremo de su laboratorio y recibirlas en el otro extremo, era una
emisión y recepción de una señal invisible, que se propagaba por
el aire. Sus colegas científicos lo tomaron a broma, y fue objeto de
burlas crueles, se le veía como un científico loco haciendo de
mago, el pobre Hertz no pudo soportar el descrédito y acabó
suicidándose. Las ondas invisibles con las que trabajaba son
parientes cercanas de las que hoy en día inundan el espacio y nos
llegan a nuestros móviles, televisores, GPS y radios.
¿Que
es la realidad?
Quizá
la definición más precisa, y breve, es: realidad es todo
lo que es, en contraposición a
irrealidad, que es lo que no es; realidad es el Ser.
No es lo mismo Ser que
existir: hay realidad
manifestada (existente)
y no manifestada (no
existente): la primera existe
en el sentido de ser perceptible,
al menos en principio, la segunda no es perceptible,
es potencialidad de existencia. Ejemplo: la
luz es realidad manifestada, perceptible en principio, aunque quizá
no a simple vista; la realidad no manifestada es potencialidad, es
capacidad de manifestación en un futuro, como una semilla es
potencialmente un árbol pero no existe ningún árbol,al menos en
ese momento, sólo hay una semilla, o bien un fotón (partícula
cuántica de luz libre) capturado, absorbido por un material, queda
como energía disponible, y eventualmente puede volver a surgir del
material como otro fotón libre. Así pues, hay una realidad no
manifestada y una manifestada, y en ésta última hay la realidad
perceptible y la no perceptible; observemos que la realidad no
manifestada, no perceptible, es no obstante cognoscible: no percibo
el árbol en la semilla, pero sé que existe esa posibilidad, si las
circunstancias son propicias a que se manifieste el árbol. La
ciencia trabaja con la realidad cognoscible, tanto manifestada como
no manifestada, que sea accesible mediante el método científico con
los conocimientos y tecnologías actuales.
Conocimiento de la realidad
Entonces,
¿hay realidad no cognoscible? ¿O
toda la realidad es susceptible de ser conocida? Para responder
seguramente habrá que prestar atención a la capacidad de conocer en
sí, hasta dónde es capaz de llegar el conocer. Aquí ya nos estamos
moviendo en un terreno muy filosófico, muy metafísico, pero todavía
podemos ser rigurosos en nuestro análisis de la situación.
El
conocimiento es producto de la mente y de nada más, y lo que produce
conocimiento es la información procesada por una inteligencia. No
hay conocimiento sin mente, sin inteligencia actuando. La mente es
conocimiento, y el conocimiento es mental. En la semilla de nuestro
ejemplo de realidad no manifestada, el potencial árbol, esa
potencialidad está inscrita en los genes que contiene la semilla,
ahí está el programa que desenvuelve el árbol, y ese programa es
inteligencia, no es nada fácil programar el desarrollo de un árbol
usando como materia prima el suelo, la luz solar y el aire, al
contrario, es una obra genial de ingeniería natural, hay un gran
conocimiento ahí, en esa semilla. Con este ejemplo y otros parecidos
podemos entrever que todo lo que está manifestado o es
potencialmente manifestable, o sea todo lo que es, es producto o está
directamente relacionado con un conocimiento. Si hay una
potencialidad de manifestación, es que hay una información, un
conocimiento disponible, preparado para actuar y manifestar la cosa.
Visto así, parece que podemos concluir que todo lo que es, contiene
conocimiento, quizá incluso podemos decir que es conocimiento, y por tanto, si es
conocimiento ha de ser, en principio, cognoscible. La conclusión, y
esta es una buena noticia, es que la realidad es
totalmente cognoscible. Quizá
es por esto que parece no haber límites al conocimiento científico,
que avanza imparable conforme va aumentando sus recursos disponibles,
conocimientos anteriores, científicos en activo y tecnología. No
sabemos si hay un límite para el método científico, tampoco si hay
un límite para el conocimiento asimilable por nuestro cerebro, pero
al menos parece, en principio, que no hay ningún límite para el conocimiento en
sí.
Una realidad fuera de la conciencia si sería incognoscible...:
ResponderEliminarhttps://pictures.abebooks.com/isbn/9788497420372-es-300.jpg
http://www.akal.mx/foto/muestraPortada.php?id=10561&size=big
Pero potencialmente cognoscible: lo inconsciente es susceptible de volverse consciente.
ResponderEliminarsí la verdad no lo había pensado, tiene razón, los Idiomas, ayudan a que lo inconsciente se vuelva cognoscible, cambiando toda la realidad que te rodea según qué idioma hables, desde la comida, hasta la ropa, bazar y realizaciones... y tu pensamiento mismo!!
ResponderEliminarsin embargo yo creo que seguiríamos hablando de conciencia con lo inconsciente, como ejemplo el de los idiomas!!....
ResponderEliminar