viernes, 16 de agosto de 2019

Mente y materia

Sir Arthur Eddington fue uno de los científicos más destacados del siglo XX destacando sobre todo como divulgador de la teoría general de la gravitación de Einstein.
Simultaneó su trabajo en astrofísica con su interés en la Filosofía y la espiritualidad; en este artículo explicamos por encima su teoría de la existencia de la materia mental, que introducimos con una frase de Eddington:

“Para decirlo crudamente: la sustancia del mundo es la sustancia mental" 

Conocimiento del mundo material

El mundo físico está construido de materia, eso es palpable, somos conscientes de ello; esta consciencia de la materia puede verse desde el punto de vista humano como una sucesión, momento a momento, de sensaciones, de información sensorial, que son percibidas. La palabra percepción proviene del latín perceptio, compuesta por per (completo, que no falta nada), capere (capturar) y el sufijo "tio" (acción y efecto de), o sea indica la acción y efecto de capturar por completo algo. Cuando percibimos algo nuevo para nosotros, captamos información sobre ese algo, y se forman nuevas conexiones en el cerebro para poder reconocerlo en el futuro; si ya lo habíamos percibido antes, lo reconocemos gracias a esas conexiones neuronales. Por tanto percibir, tomar conciencia de la existencia de algo, está relacionado con el conocimiento de ese algo, y ese conocimiento nos cambia, se incorpora a nosotros.

Nuestra imagen del mundo material es eso, una imagen

En tiempos de Eddington el modelo atómico de Rutherford, era la más moderna teoría que explicaba la estructura de la materia: está prácticamente vacía. Supongamos que tenemos un pequeño fragmento de hierro puro en un microscopio y que vamos aplicando más y más aumentos; con un aumento de veríamos una estructura molecular denominada "cúbica centrada" como la de la figura 1.
Fig. 1: estructura molecular cúbica centrada
Cada esfera representa un átomo y tiene un diámetro del orden de 10⁻⁸ metros. Si continuamos aumentando para explorar el interior de las esferas, es cuando tenemos la sorpresa de encontrarlas vacías: la corteza exterior de la esfera es simplemente el lugar geométrico que contiene las órbitas de los electrones más externos del átomo, el núcleo del átomo, donde está el 99,9% de su masa, tiene un diámetro del orden de 10⁻¹³ metros, o sea 10⁵ = 100.000 veces más pequeño que el del átomo.

Es importante imaginar esto: cada átomo es virtualmente impenetrable, pues la capa de electrones, aún siendo éstos de masa prácticamente nula (sólo un 0,1% del total) tienen carga eléctrica, y repelen a otros átomos que "se acerquen demasiado"; además hay efectos cuánticos (el principio de exclusión de Pauli) que también se encargan de que esas esferas vacías sean impenetrables desde nuestro punto de vista. Dicho de otro modo: los átomos se comportan principalmente como esferas de energía, no de materia, y es esa energía la que se encarga de que la materia que nos rodea sea lo sólida que nos parece.

La figura 2 intenta mostrar la situación: se ha hecho un zoom en dos átomos de la figura 1, hay una fuerza F que mantiene a los átomos en su posición, y se señalan dos pequeños puntos que representan los núcleos, donde verdaderamente está la materia. La figura no tiene la escala correcta: la relación entre el diámetro de la esfera y el punto es a lo sumo de 50 a 1 cuando en realidad es de 100.000 a 1; para ese pequeño punto rojo de la figura, con un diámetro aproximado de 0,5 mm, la esfera tendría un diámetro de 0,5·10⁵ mm = 0,5·10² m = ¡50 metros! ¡La materia que percibimos está realmente vacía!
Fig.2: el átomo es sobre todo una esfera energética externa vacía por dentro

Siendo la materia vacía, surge la pregunta de cómo es posible que nuestros sentidos "vean"  cuerpos sólidos donde según la física hay vacío.  Respecto al sentido del tacto: cuando acercamos la mano a un objeto, en realidad los átomos de la mano y los del objeto no llegan a tocarse debido a las fuerzas de repulsión semejantes a las de la fuerza F de la figura 2, quedan a una distancia muy pequeña, inapreciable. Respecto al sentido de la vista, éste depende de la luz; cuando la luz incide sobre la periferia de los átomos de un objeto (la esfera que contiene las órbitas electrónicas de la figuras 1 y 2), siendo la luz una ondulación de carácter electro-magnético, transmite su energía a la esfera de forma similar a cómo un sonido transmite su energía al tímpano, lo hace vibrar; la vibración forzada de la esfera provoca una emisión de energía electromagnética, de luz: la luz incidente es parcialmente reflejada por las esferas, y es esta luz reflejada la que nos permite ver los objetos puestos bajo la luz. Así pues vemos luz reflejada por las capas exteriores inmateriales, y nos parece que ahí hay algo distinto al vacío, es una imagen producida por fuerzas y por la reflexión de la luz. Los instrumentos de medida de que disponemos, muy precisos, entran en ese mundo de fuerzas y reflejos y nos muestran un mundo muy distinto, un mundo de vacío y fuerzas inmateriales. Tengamos en cuenta que las esferas pintadas en gris de las figuras 1 y 2 realmente no tienen ningún color, son "nada", contienen "nada", y que además en la realidad serian 2.000 veces mayores que la de la figura, manteniendo el núcleo tal como se muestra en la figura 2.

Conocimiento del mundo mental

También tenemos mecanismos para percibirnos a nosotros mismos, y podemos decir que, en el esquema del Universo, somos unidades de auto-conciencia; podemos percibir y conocer directamente nuestros propios pensamientos y procesos mentales. Entonces la auto-percepción ya no recibe información sensorial del mundo material, sino información del mundo mental. Por analogía con el conocimiento del mundo material,  podemos decir que cuando nos auto-percibimos de nuestros pensamientos estamos percibiendo no la materia ordinaria, sino la materia mental. Tenemos sentidos sutiles capaces de percibir esa materia mental.


Arthur S. Eddington, The Nature of the Physical World, Cambridge University Press, London, 1930

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