Causas y efectos en la filosofía de la ciencia
Hume fue el primero en distinguir
las impresiones, derivadas de las sensaciones recogidas por los
sentidos, y las ideas, conjuradas por la mente. Una impresión sería
la producida por la percepción del canto de un pájaro, mientras que
una idea sería la imagen de un pájaro conjurada por la mente. Los
elementos de una idea compleja, en última instancia, son o bien
impresiones sensoriales o bien otras ideas más simples.
La
filosofía cartesiana considera a la conexión causa-efecto como
necesaria. En cambio Hume fue el primero en refutar este concepto,
señalando que la causalidad no puede descubrirse entre las
propiedades de los distintos objetos o eventos:
No
existe ningún objeto que implique la existencia de otro cuando
consideramos a ambos objetos en sí mismos, sin mirar más allá de
las ideas que nos formamos de ellos.
La
relación causa-efecto en Hume depende enteramente de las ideas del
observador; él define la causa como:
Un
objeto precedente y contiguo a otro, y unido a él en la imaginación
de tal manera que la idea de uno determina en la mente la formación
de la idea del otro, y la impresión de uno la formación de una idea
más viva del otro.
Regularidad
de los fenómenos observados: empirismo
Si
consideramos que A es la causa de B, nuestra expectativa de ver B al
percibir A se basa en las experiencias repetidas de la secuencia A
precede a B. O sea que el conjunto de esas experiencias es la causa
de
nuestra expectativa. Aplicando de nuevo el pensamiento de Hume a esta
causa, vemos que las experiencias preceden a la expectativa, son su
causa, pero su conexión es sólo mental, es una construcción del
observador, y por tanto por lógica podría no repetirse.
Por
ejemplo, la Estadística usa el principio de la regularidad para dar consistencia empírica a la probabilidad: dado un experimento aleatorio, como puede ser el lanzamiento de una moneda, no podemos
predecir su resultado, pero siempre que repitamos el experimento un
número elevado de veces, observaremos que las frecuencias relativas
de los posibles resultados, esto es, el número de veces que se
presenta cada posibles resultado dividido por el número total de
pruebas realizadas, siempre se estabilizan tendiendo a un límite que
es la probabilidad empírica del resultado. En la siguiente tabla
vemos la evolución de las frecuencias relativas para un número N
de ensayos del lanzamiento de una moneda; en el límite las frecuencias de los dos resultados se igualan a 0,5, o 50%.
N | 10¹ | 10² | 10³ | 10⁴ |
caras | 0,60 | 0,57 | 0,49 | 0,50 |
cruces | 0,40 | 0,43 | 0,51 | 0,50 |
Este
principio de regularidad da solidez a todo el aparato matemático de
la probabilidad que nos permite calcular probabilidades sin recurrir
a simulaciones. Pero ¿cuál es la causa de este principio? Si no la
conocemos, ¿cómo podemos estar seguros de su validez universal?
Principio
de inducción
En Ciencia el principio de inducción se usa para generalizar
resultados particulares. En el caso del lanzamiento de la moneda, una
vez observados un gran número de veces los resultados empíricos,
generalizamos diciendo que las frecuencias siempre se acercan a 0,5
cuando N es grande. El rechazo del principio de la inducción es
quizá la parte central del razonamiento de Hume. Para ser
lógicamente aceptable, el principio de la inducción debe poderse
derivar de otro principio independiente.
Según
Bertrand Russell:
Lo
que los argumentos (de Hume) prueban —y yo pienso que la prueba no
es refutable— es que la inducción es un principio lógico
independiente, incapaz de ser inferido ya sea de la experiencia o de
otro principio lógico, pero que sin la inducción la ciencia es
imposible.
Ciencia
y realidad
Como consecuencia de esta línea de razonamiento parece inevitable que
enunciemos que la realidad no podrá ser nunca totalmente conocida por
la ciencia, ya que está limitada por el uso habitual del principio
de inducción. El cual no tiene un fundamento sólido. En efecto,
para algunos filósofos y también para muchos científicos la
ciencia es incapaz de explicar toda la realidad, y se limita
únicamente a describir el funcionamiento de las cosas, dentro de sus
posibilidades.
Pero
por otro lado, sabemos que la Física ha cambiado nuestro
conocimiento de la realidad, dándonos una imagen muy distinta de la
que nunca nos habríamos podido imaginar guiándonos sólo por nuestra
experiencia cotidiana. Esto es así debido en parte a los avances en
Física experimental: ahora podemos diseñar experimentos con una
precisión realmente difícil de entender por el no iniciado. Los
detectores del CERN, por poner un ejemplo, recopilan los datos de
millones de colisiones de partículas por segundo, y son capaces de
diferenciar eventos separados sólo por 0,000000001 segundos. Esta
precisión eleva al empirismo a otra dimensión, por así decirlo, y
quizá no llega totalmente a la realidad, pero permite acercarnos
mucho a ella. Por otra parte, la Física matemática ha seguido los
pasos de la experimental, y nos proporciona modelos cada vez más
precisos. Así pues, el argumento de Hume lógicamente es
irrefutable, pero parece que la ciencia se acerca progresivamente más
y más a la realidad, en lo que vendría a ser un proceso de paso al
límite: nunca llegaremos, pero nos acercamos progresivamente, somos cada vez más precisos.
Utilidad
del concepto de Ser
De
hecho, si pudiéramos fundamentar el principio de inducción de algún
modo, la ciencia quedaría completa desde el punto de vista
filosófico. Según Bernard d'Espagnat la idea de una realidad
independiente y altamente estructurada, que llamaremos simplemente
“Ser”, puede explicar las regularidades observadas. Esta
realidad no tiene porque ser cognoscible con certeza (como algunas
extrapolaciones del teorema de Gödel y la misma Física Cuántica indican).
El
trabajo científico se ocupa, pues, de encontrar correspondencias
entre la realidad y los conceptos mentales. La Física nos muestra
que el Ser escapa a nuestras categorías mentales habituales; por
ejemplo nuestro rígido concepto del tiempo absoluto no coincide para
nada con la definición dada en Física relativista. Lo mismo podemos
decir del concepto de espacio, que en relatividad depende de las
velocidades de los observadores y del campo gravitatorio. Incluso la
división natural que hacemos entre sujeto y objeto, se diluye en
Física cuántica.
Entonces
afirmar que existe el Ser, una realidad más allá del espacio y del
tiempo, y anterior a la escisión sujeto-objeto, lejana en el sentido
de que difiere de nuestra experiencia cotidiana, que es la fuente
de los fenómenos observados, no tiene porque ser un ejercicio de
metafísica, al contrario, puede fundamentar la ciencia sobre una
base que explique el principio de inducción. Además, puede
establecer puentes entre la visión científica y el misticismo, que
no es otra cosa que una vía alternativa para alcanzar el Ser.
Bibliografía
Bernard d'Espagnat: En busca de lo real. Alianza Universidad.
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